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He regresado de todos los viajes.
Menos de éste último.
De éste último todavía no he vuelto.
Viajé a los lagos del candor bisoño
donde se confundía el aire con el cielo,
y estar enamorado de la amiga de clase
deleitaba. dolía, se consumía, quemaba.
Y todo al mismo tiempo.
Regresé, sin pensarlo, una tarde de otoño
en que encendí los besos en aquel cobertizo
sucio, oscuro, perfecto
y el sueño se hizo lava
y la lava obsesión
y la obsesión, deseo.
Vuelvo a ese sitio, que ya no existe, a veces.
Voy, busco, me busco, no veo a nadie,
de vacío regreso.
Quise alejarme y supe que viajando
no hay meta ni salida.
Siempre estás de camino
a otra estación, a un vuelo de otro vuelo.
Dejas atrás amigos y paisajes,
nombres que evocan sombras.
Tiempo seco.
Alcohol quemado, humo prohibido,
peligrosas pendientes sin misterio,
túneles de miseria y vanidades.
No sé como volví. No lo recuerdo.
Salí a la luz de todos mis amores
al mar de sangre dulce
única herencia que en el mundo dejo.
Peleé por la razón de los que no tenían
la razón de la historia
hecha para el patrón contra el obrero
y perdí un corazón en los vaivenes
del vagón de los sueños.
Cuando volví faltaban
años de amor en mi reloj de arena,
grité su nombre
y los pasillos resonaban huecos.
Ando despacio. Es mi último viaje.
Se pone el sol
y todavía no he vuelto.
* Foto: Barcas y al fondo, el puente de la Pepa en construcción.