El tiempo pesado
El tiempo no es que pase, es que se queda
en los recodos de los dobladillos.
Nos transcurre, nos pesa en los bolsillos.
Surcos hace en la piel donde se hospeda.
No pasa; se nos lleva mientras rueda
a otro quién, a otro dónde, a otros pasillos
desconocidos y, entre sus anillos,
pedimos a la vida que interceda.
Pero la vida, absorta en su burbuja
de nada se da cuenta y nos empuja
hacia el definitivo embarcadero.
Y allí, donde la luz se torna ocaso
nos deja el tiempo pues, por ese paso,
no le permite entrar el cancerbero.
Etiquetas: Sonetos