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¿Qué cosa no es un dios?
¿Acaso no lo es el mar piadoso o trágico
donde el hombre escuchó el primer sonido,
se abrió paso la herencia diferida
y copió el corazón el profundo latido de sus aguas?
¿No castiga o perdona y son sus leyes
rigor de la soberbia, fe y consuelo del pobre?
¿No lo es el sol que con su impulso
hace crecer la vida que nos nutre,
nos ofrece la luz como esperanza,
el calor de los cuerpos, la certeza
de los días, el sueño insomne
de unas alas de cera o un carro de oro
que muere en el deseo?
¿No es un dios esta tierra
que escarban nuestras manos;
que nos llama y espera?
¿La piedra de los templos
que escucha las plegarias?
¿La nube cuando anuncia
su don de bendiciones?
¿La lluvia y su sentencia?
¿La montaña o, el bosque?
¡Consultad en los libros!
Preguntad al primero que vio temblar el fuego;
al primer sacerdote que escuchó la palabra
de un dios en las entrañas de la cueva tatuada;
al augur que lo ha visto en las alas de un pájaro
y en los cantos rodados de un oscuro riachuelo;
o, a la que consagró su virtud a un totem de madera.
Cada cosa es un dios que ha perdurado
encendido en el alma de los hombres.
Y es un dios el Amor. Y tu mirada
revela para mí su profecía.
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