De los caminos andados

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jueves, abril 07, 2011

El sol detrás de una nube

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Estoy aprendiendo a olvidar.
Tengo más de lo necesario en la cabeza.
Y debería ser fácil soltar esos recuerdos
que no parecen de uno.
Una camisa de lino, por ejemplo
(la única que tuve) resistente, pesada
que me gustaba mucho.
¡Para qué quiero eso!
Ese recuerdo, digo.
Alguien la desechó porque no me sentaba
bien –o eso me dijo- y no me resistí.
¡Ahora, de que me sirve!
Ese recuerdo, digo.
Hay muchos como este, casi todos
versos sueltos, ocasiones perdidas, dulces,
tristes derrotas, fama casual, efímera.
Incluso mala fama (porque uno no es tan bueno
- y nadie lo es del todo-)
Y hay recuerdos que no son muy pesados.
No más que el silbo con que mi verderón
imitaba al canario. El canario escapó
un mal día de su jaula.
El verderón ya no volvió a cantar.
A mi recuerdo, no le acompaña el canto.
¿Cómo era? ¿De que me vale sólo?
Ese recuerdo digo.
Son como calcetines desparejados,
sueltos en el cajón de la ropa lavada.
De otro pie, de otro amo.
Después hay los recuerdos que ocupan mucho espacio
y dentro solo aire…o, solo humo… o, agua
u, otros líquidos. Vientos. Ruido. Mucho ruido.
Me desharé del viejo fardo de las noches de farra
que me recuerdan más, bastante más
de lo que las recuerdo.
¡Y total…! ¿Para qué? Si las confundo todas.
¿Que gano yo con eso?
Ese recuerdo, digo.
Y pienso ir dejando atrás nombres y fechas.
La del primer Congreso, la del último
la identidad de algunos compañeros.
De los que se encumbraron,
los que tragó el olvido y aún me suenan
o, me resultan de pronto conocidos.
Y algún amigo muerto
que repite su voz en mi memoria.
¡Que recuerdo tan triste y tan estúpido!
¿De qué me sirve entonces?
Ese recuerdo, digo.
Eso por no contar los recuerdos recientes,
los pasword, nick y Pin y contraseñas,
los números de todo, saber cuando caducan
los carnets que acreditan que vives (¡Que bobada!)
que pagas, que conduces, o, que estás jubilado...
(¡Y sin embargo anónimo!)
¿Para qué sostenerlos?
Esos recuerdos, digo

Y debería ser fácil.
Elegir uno a uno, por tramos, por edades.
Ir borrando, tachando los inútiles
y dejar unos pocos, los más imprescindibles:
Quien soy, cuál el sitio de las cosas que habito,
reciclar la basura, la hora del paseo.
Comer (y si se olvida un día, tampoco es importante),
dormir (si no estoy escribiendo),
amar, seguir amándo,
seguir, seguir amándote…

6 Comments:

Blogger Antonio del Camino said...

¡Vaya poemazo!, amigo. Se respira una cadencia, quizá, más propia de la prosa, pero cada verso es en sí un hallazgo. El "recao" (si se me permite definirlo así) tiene consistencia y sabiduría. Es cierto: cuánto acumulamos, que ya no sirve. Por no hablar de libros que no volveremos a leer, de cachivaches que guardamos y no usaremos, de efemérides que ya no tienen ningún sentido, pero que aparecen, puntuales, cuando llega su fecha. Un grandísimo poema, sí señor. Y, al final, lo que en verdad importa de verdad: amar. Dichoso aquel que ama y es amado.

Un gran abrazo.

5:29 a. m.  
Blogger Amando Carabias said...

Es tremendo este poema, y quizá el mejor modo de admirarlo sea en silencio, pero me ha impactado tanto...
Y el final...
Qué final

9:16 a. m.  
Blogger manolotel said...

La memoria es caprichosa, querido amigo, se apodera de palabras que necesitamos y nos la devuelve usadas, en boca de otros, o en un libro, cuando ya no nos hacen falta. Igual hace con todo. Olvida los recuerdos mejores y recupera los más anodinos y más ajenos.

Ojalá pudiera uno, como digo en el poema, elegir. Descansar de los recuerdos oficiales y quedarnos con los detalles íntimos de un día que querríamos inolvidable, con el olor delicado y dulce del naranjo en flor, o, el tono levemente incandescente del rubor de una mejilla que lo ilumina todo de inocencia.

Pero, sí, hay que intentar no olvidarnos de amar. Es lo que da sentido a todo.

Gracias, Antonio. Un abrazo.

11:00 a. m.  
Blogger manolotel said...

Es la mejor recompensa que puede uno esperar de un poema, estimado Amando, que llegue y suene, aunque suene en silencio y nos devuelva el eco.

Un abrazo, como no, agradecido.

11:09 a. m.  
Blogger Ventana indiscreta said...

¿Te daría lo mismo decir 'Una nube delante del sol'?
Ella es la movible, la voluble.
Hay mucho de nubes en los recuerdos.
Recuerdo (valga la redundancia) un señor de mi pueblo que cierto día empezó a ver borroso (vaya, tuve que mencionar mi palabra)y se decía a sí mismo: 'se me ha puesto una nube'.
Ver mejor, despejarse.

Sabes que últimamente me gusta meterte el dedo en la nube, perdón, en el ojo. En esta ocasión sólo te digo que al poema le falta riesgo. No sé si me entenderás. Pero una temática tan personal y tan peliaguda como el deshacerse de los recuerdos creo que necesita más rabia poética. Y el poema tiene algo de cuna. Se digiere bien.

Fardo/farra: vaya tándem!

7:43 p. m.  
Blogger manolotel said...

Querida Sofía, no hay rabia en lo inevitable.

Supongo que querrías más profundidad en el poema, pero lo cierto es que, en este caso, prefiero navegar por la superficie. Como dijo alguien (ese es un recuerdo, el del nombre del autor, del que seguramente ya me he deshecho) la piel es lo más profundo.

Quizás, el único riesgo que tiene un poema intimista como este, es el de no ser entendido en su contexto. Quiero decir: no ser suficientemente intimista.

Pero a cambio puede tener otras lecturas más generales (por ejemplo, lo que dice Antonio sobre la acumulación de cosas inútiles). Al fin y al cabo no deja de ser una más, metáfora del tiempo.

11:14 a. m.  

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