Desierto
Tlemcen estaba allí y era un desierto.
No hacía falta mirar porque los ojos
solo eran, una más, la circunstancia
con la arena girando entre las jaimas.
rebotando en la piel y era comida
y era fe, y era hostia consumada,
tragada al respirar. Yo la recuerdo
con cierto amor, luego, posada, leve
recubriendo la geoda multiforme
hasta que el viento de nuevo la elevaba.
Aún siento aquel simún y siempre aflora
de entre mis recovecos ese polvo
entre lágrimas sucias y resecas.
Tlemcen era el desierto y sigue estando
aquí en mi corazón pues oigo ahora
el crepitar profundo de sus noches,
la inmensa soledad de sus espacios
en un claro vacío sin esperanza.
3 Comments:
Gacias por tu invitación a visitar este tu refugio.
Estás en tu casa Manolo.
No serían tan deseados los oasis sin desierto...
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