Con la vida calada
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En la madera misma donde cuelga la tarde
su "hasta luego" apurado.
En los ojos diminutamente asombrados
de una mariposa
En los impares calcetines cotidianos.
Allí también, donde con tal premura
han levantado estructuras grises de cemento
que ni el recuerdo de la antigua casa
es habitable ahora.
Y aquí mismo, justo donde la hormiga
desafía el destino del zapato, la lluvia o las escobas
hay que vivir también.
¡Tiempo de insecticidas!
Aun junto al dolor,
junto a la obscena mancha de la muerte,
hay que vivir. Después, antes, ahora,
con dudas, con la pereza del amor y de la noche,
con la camisa sucia, con la mano en la llave
de la luz y despeinado.
Pagar para vivir, con la moneda de los sueños,
con la moneda de la espera
y con la propia vida calada hasta los huesos.
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