Un amigo puntual
El camión de la basura con su rugido
su tos, su asma entrecortada, sus chasquidos
de huesos, a las tres (mas o menos,
porque a veces se retrasa), distrae
por un momento el afanoso recitar
del nocturno silencio. Aún poniendo
un poco de atención es distinguible
su atribulado monólogo lleno de ayes
suspiros y protestas hacia sus conductores:
¡Nunca cambian mi aceite! Un día de estos
me quedo en el camino y... ¡Allá ellos!
¡Ay de mi pobre tripa. La llenan demasiado!
¡Estos malos olores van a acabar conmigo...!
Y así pasa renqueando este gigante
con corazón de viejo. Yo le tengo cariño
por eso le hablo sin saber si me escucha
y le saludo, como a un lejano amigo. Anoche
me asomé, curioso, a observar desde el balcón.
Rodeado por la prisa, resoplando y tragando
incansable montones de desechos, de pronto,
pareció darse cuenta que miraba
y le oí claramente: ¡Amigo, hasta mañana!
1 Comments:
Joder, ya no leo más. No puedo leer más. Ya estoy borracha de belleza.
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