NANA PARA DORMIR A UN ÁNGEL PELUDO
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“Nina” murió ayer. Silenciosamente. Tranquilamente. Estaba dormida en brazos de su ama y de
pronto dio un suspiro largo y se murió.
¿Dónde van los perros cuando mueren? ¿Se transforman en
ángeles peludos y juguetones con el hociquito húmedo? Yo creo que sí. Yo creo
que “Nina” es ahora un ángel peludo que pasa todo el tiempo ladrando y
saltando aquí y allá en su cielo de perros, incordiando a sus otros hermanos peludos
para que jueguen con ella. Sonrío al recordar su inagotable y al mismo tiempo
agotadora energía. Siempre provocando, siempre compitiendo, exigente y cariñosa
al mismo tiempo. Había que estar pendiente, para no perder el equilibrio cada
vez que se cruzaba alguien corriendo, porque se arrancaba a correr tras de él y
a ladrarle, sin importarle la correa ni quien la sujetara. Eso por no citar el
susto que se llevaba el corredor de marras. Incluso en sus últimos días, cuando
consideraba que había llegado la hora de comer o de salir a la calle, que no
siempre coincidía con la que marcaban los relojes, se ponía a ladrar y trataba
de saltar exigiendo su cotidiana atención. En el cielo de los perros no habrá
un tiempo para comer ni un tiempo para pasear o jugar, y “Nina” estará feliz
echando carreras con sus hermanos, los otros ángeles peludos y juguetones.
Luego cuando esté muy cansada se pondrá a dormir. Yo le he hecho una nana para
que cuando sueñe se acuerde de cuando estaba aquí. Se llama “Nana para dormir a
un ángel peludo” y dice así:
Duérmete mi angelita
peluda y saltarina
que los perritos buenos
sueñan nubes de harina.
Sueña vuela que vuela
que te espera un jardín
todo lleno de flores
de olores un festín.
Sueña con tus amigos
corriendo junto a ti
en pos de una pelota
y ladrando feliz.
Duérmete peludita
que es hora de dormir.
Luego cuando despiertes, no descanses en paz, “Pichurrilla”
bonita. Sigue, sigue jugando con tus nuevos amigos toda la eternidad.