Acaso ocaso
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Pues entonces, no diremos nada
que pueda perturbar este ancho rastro
de luz que va dejando el sol mientras se marcha.
No hablaremos de espinas
ni de mareas que suben, ni de rosas tronchadas.
Solo de vaguedades, de esas que rozan suave
la superficie placida del mar
que no salpican de humedad los ojos
ni traspasan más allá de la mirada.
Como esas frases que intercambian dos viajeros
de un tren de corto alcance. Breves citas
que no han de ver jamás una alborada.
Yo diré, por ejemplo“¡ Es un bello paisaje!”
Y tú contestarás que estás de acuerdo:
“ En estos días de otoño parece que arda el agua”
Y luego callaremos paladeando
el dulce efecto, en una larga pausa,
de esas palabras leves meciéndose en el aire.
Cayendo, como hojas desprendidas de una rama
en la verde humedad. Luego tal vez haremos
una mención inocua sobre el tiempo:
“Ahora oscurece pronto” “La tarde ya se cansa”
Yo creo que nada más; “adiós” no es necesario
cuando se ha dicho todo aquello que hacía falta
Luego, quizás, te alejará el silencio
y acaso fulja con el último rayo del ocaso
el tiempo entre tú y yo que nos quemaba.