De los caminos andados

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miércoles, julio 08, 2009

Experiencias vitales



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Tom-Tom

Debió ser en Octubre.
Había nubes oscuras en el cielo
así como en la tierra. Bordeábamos
la rotonda final de aquel camino.
El Tom Tom Go insistía
“Tome la segunda salida”
“Tome la segunda salida”
En la primera te desviaste tú.
Yo seguí la orden de la voz electrónica.
Habíamos discutido... No recuerdo la causa
pero en algún momento perdimos nuestra ruta.
Aquella carretera no llevaba a nosotros.
A ninguna otra parte.
Empezaba a llover y se puso a llorar el parabrisas.
o eso me pareció. No era tan joven… creo
y acaso, tú, no fueras tan hermosa.
Me falla la memoria.
El mes, quizás, tampoco fuera Octubre
y solo mi recuerdo avala el frío.
Posiblemente solo llovía en mis ojos.
Juraría que te amaba y que me amabas.
La segunda salida… no lo era:
…¡Cómo pudo fallar el Tom Tom Go!


La orden que no llegó

Sabíamos todos cuanto había que tener para estar una noche en tu cama
Era crudamente imposible a menos que planease una orden del jefe
cosa que nunca quiso el ganso azar que ocurriese en el tiempo que estuve
en tu alejada civitas. En cambio me ofreciste hospedaje en una casa céntrica
que habitaba tu hija. No diré que ella fuera tan aparente ni tan snob y seria
como lo fuiste tú, pero en cambio sonreía todo el tiempo y se acostaba
con sus otros inquilinos, jóvenes Erasmus, aprendices de lengua.
Por suerte, tu alocada muchacha no tenia los prejuicios de clase que vetaron
mi, programada mil veces, excursión por tu cuerpo. Ella era muy abierta
de mente, muy abierta de otras cosas y sobre todo bastante receptiva.
Con la débil excusa de que arreglara su ordenador me hizo ir a su cuarto
y con las únicas armas de su piel entreabierta me retó a un duelo a muerte
que naturalmente ganamos los dos. Incluso varias veces.
Desconozco si alguna noche, de esas propicias para el juego de verdades
y verdades a medias, se le escapó una frase o disfrutó diciéndotelo
contemplando el escándalo o quizás el despecho de tu rostro hierático.
Si es así, si al final te enteraste, comprenderás el porqué de mi paciencia
a tus muchos rechazos, a tus tatuados reproches, tus viejas negativas
y sospecho que tal vez en un momento oscuro de tus sueños, recordándome
tu mano completó lo que no me consentiste en el fru fru de encajes
de tu ropa interior. Es posible también que lamentases mi falta de renombre
y de solvencia, con las cuales, la “recomendación”, la orden del jefe,
te habría echado en mis brazos. Necesidades –seguro, te diría- de nuestra empresa.


No es nada

Aunque ya apenas nadie te recuerde,
aquí, desde esta hora, con esta letra oscura,
hormigas paralelas, fondo ártico, la voz
te sabe, el dolor me encuentra
hondo de haber crecido, maduro para el verso
que no supiste nunca de mi boca.
No es tan tarde, trae el silencio un eco
de otro silencio joven, cuando eras
sonrisa, luz, remanso de aguas bravas,
desbrozadora de jaras diligente
(mis pasos imprevistos); necesaria.
Y llega ahora, que nadie te recuerda,
mi memoria temprana escarbando raíces
hasta tu acento tierno, aquel de “ea, no es nada”
en la primera sangre de juego y travesuras.
y luego, “ea, no es nada” cuando aquella punzada
(¿era amor?) del primer abandono.
Y mucho más tarde, “ea, no es nada”, el último abandono,
cuando ya nos dejabas para siempre.
Y llega ahora otro dolor de ausencia
otra sangre que vierte sobre mi corazón su picotazo
y siento el “ea, no es nada” y la pomada fresca
con que tu voz, mamá, me consolaba.

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