Somos sordos para el dolor lejano y ciegos para el dolor ajeno.
Pensar en solo un niño, hinchado, con la sombra de la muerte en su rostro ya es terrorífico. Multiplicar por cualquier cifra ese único sufrimiento ya es indescifrable, intransitable, inadmisible. Para todos ellos mi dolor.
Para vosotros, mis amigos: Felicidades