De los caminos andados

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jueves, diciembre 13, 2007

Luego quiero tu boca

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Detrás queda una casa, detrás otra ciudad,
detrás días y noches, después, contigo, el alba
y ahora delante tú, melancolía
como un jarrón de flores disecadas.
Luego quiero tu boca.

Luego quiero tu boca respirándome. Que arda
mi voz igual que el cielo de Otoño de mi Otoño
como en mis ojos arden los olvidos
para nacer recuerdos en tus ojos.
Huele a tu piel la mar.

Huele a tu piel la mar. Para mis peces tristes
es tu saliva dulce, sal. Tu lengua, playa
de cálidas arenas movedizas,
la mía es una barca extraviada.
Toma mi edad y dómala

Toma mi edad y dómala con despiadadas risas
y con caricias crueles, ponme bridas de oro
que me aten a tus años de por vida.
Solo soy libre si me tienes todo.

Luego quiero tu boca.

*La foto es de mi compañero astronómico A. Burgos

domingo, diciembre 09, 2007

Me debes el dolor



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Editado en el "Libro de Érato"
1er Certamen de poesía erótica año 2003
Asociación Cultural Ateneo Popular de Sevilla

Me debes el dolor
Dolor del beso cálido, de la lengua que toma
del aire acelerado, del labio que resbala
del diente que aprisiona, la nariz que palpita
del cielo que se puebla de rojas oleadas,
del águila en picado volando hacia su presa.

Dolor de terciopelo que acaricia en la noche
y que araña las sombras y persigue el deseo.
Que recorre senderos recónditos y dulces,
que descubre la ruta de los escalofríos
debajo de las sedas sutiles y brillantes

El dolor que se deja la piel en el intento.
Extremo tenso y duro, tacto de cicatriz
rosada que resiste. Ciego, desordenado
topando, arremetiendo con su boca pequeña,
su líquida memoria, las profundas paredes.
El eco sordo y seco del límite carnoso
El temblor que se acerca y lo devora.

Dolor de carne tiernamente amada
que al golpe se somete. La potente invasión,
trueno de rompe y rasga, de zigzag, de vaivén,
de budú endemoniado, crescendo luminoso.
El poderoso fuelle, nave al pairo, la sangre
que la piel hierve y lame y roza y sacrifica.
Desenfrenada danza de miembros y de alas.

El dolor de la llaga macerada
la ínfima gota, la transparente perla
que desborda y resbala blandamente.
Riachuelo brillante y dulce, rastro
que bordea sinuosos paisajes de amapola
y oculto terremoto aflorando en los nervios.
Poderoso latido del volcán de tu cuerpo.
Grito que se deshace en húmedo gemido.

El dolor que acompaña, anunciando, al placer,
el jubiloso don que incontenible brota
de dátiles ocultos por la vena abultada
El espasmo glorioso que el universo moja
La leche vigorosa que alimenta la especie
El árbol cuyas ramas empapan y salpican.
La salvaje saliva que rueda en su cascada

Me debes el dolor de nuestro encuentro.

* Vista de la Bahía de Cadiz un atardecer con nubes

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