El rico Pérdimo
El rico Pérdimo suele acudir a veces
con escolta y esclavos a la casa de Fedra.
Yo, su jefe de guardia, permanezco a su lado
a prudente distancia, por si me necesita
pues teme con razón a Anaximándro
su hermano, al que el alcohol torna agresivo.
Ahora puede él beber cuanto le plazca
sin miedo a ese energúmeno. Fedra sabe
como tratar a Pérdimo y si lo invita al baño
llena su copa con néctar de ambrosia
y le hace hablar de sus negocios de tejidos.
Mas tarde, lo incorpora, le coloca la túnica
y con una sonrisa me pide que con tacto
lo devuelva a su casa. A veces, nos rozamos
al tratar de ayudarlo y presintiendo
que su calor es causa de mi azoramiento
retira presurosa el tímido contacto.
Recibo de él muy buenos dracmas por llevarlo
y regresar sin temer ningún estrago.
Yo le soy fiel por eso, y porque trata
sin enfado a su guardia y a sus siervos.
Esta misma mañana, en el Mercado,
llegóse hasta él Cadmia. Fue su aya
cuando era niño, la quiera y la respeta
pero ella, ¡ tan mayor! sin más cuidado
le palmeó las nalgas: “¡Ay, mi Pérdimo!
¡No te enfades conmigo, lo que tanto limpiaba
es justo que disfrute ahora que puedo!”
Aunque algo avergonzado, se ha girado
y observando mi risa ha dicho a Cadmia:
“ Por desgracia estoy flaco, mas si quieres
culo mucho más sólido, cata el de Mineo
mi fiel soldado que se ríe tanto”